Debemos ser prudentes, pero no podemos retorcernos las manos y revolcarnos en la duda. Debemos apreciar los límites de nuestro poder, pero no podemos permitirnos cuestionar la justicia y la bondad de Occidente. Debemos comprender y aprender de nuestros errores, pero el miedo no nos puede paralizar. No podemos renunciar a nosotros mismos y a los demás. Esa es la definición de decadencia. Y así es como los órdenes mundiales realmente declinan y fracasan.